sábado, 27 de septiembre de 2008

SIGLO XXI: LA MUERTE DE VENUS

Las características de la época en la que vivimos, son resultado de una tradición que se ha venido gestando. El hombre actual está sometido al abatimiento del siglo, el cambio trajo consigo ciertos miedos y temores que el ser humano tuvo que afrontar. Pasamos de un siglo XX al que se entró lleno de esperanza a un siglo XXI lleno de desconciertos e incertidumbre, en el cual se evidencia un mundo de naturaleza anoréxica y levemente abstracta, más inmaterial que material, más intangible y virtual que concreto, más individualista que comunitario.

De igual forma, la liviandad del mundo se ha impregnado en los pensamientos e ideas. Ya no hay tendencias vanguardistas, somos sólo un simulacro del pasado que en vez de servirnos para la creación, sólo es usado como método facilista para satisfacer al mercado y a la sociedad de consumo. Nos hemos sumido en una verdadera pereza mental que ha sustituido la creatividad por la repetición, y la invención por la mera recreación.




Es por esta razón que las mismas reacciones en contra de la sociedad de consumo se han vuelto contraproducentes en el siglo XXI. El minimalismo que empezó como una forma de revelación contra este proceso, se ha degenerado forjando una ausencia de belleza y de arte, en consecuencia, el ser humano ha empezado a buscar medios de liberación que lo rescaten del engranaje que lo oprime, regresa al campo y a la naturaleza para tratar de descansar del sistema en el cual vive y sin embargo le es imposible desconectarse completamente porque de alguna forma ya ha sido absorbido: ya no esta en la masa, ahora es un ermitaño.



Es realmente un reto vivir en un mundo controlado por la tecnología en medio de una sociedad que la idolatra. Considero que indudablemente la tecnología ha traído consigo innumerables cambios y transformaciones, que solo pueden llamarse ventajas o adelantos hasta cierto punto, pues se ha convertido también en un arma de doble filo al pasar de ser la herramienta y esperanza del hombre para la construcción de un futuro, a constituir en si misma el elemento que lo estanca en una homogeneidad que le resta potencial, debido a un fenómeno que se halaga mucho por estos días: la inmediatez.


La inmediatez se convierte en el régimen temporal que controla el trabajo del individuo y el refugio que el hombre antes encontraba en las interacciones cara a cara, mediante las cuales establecía un contacto real entre su interioridad y el mundo exterior, ahora es reemplazado por las comunicaciones electrónicas donde la comunidad deja de ser la forma en que el hombre expresa su carácter social natural, para convertirse en un concepto idealizado que lo sumerge cada vez mas en el vacío de la “interconexión”, donde unos dependen de otros pero el individualismo extremo no permite ver mas allá de la conveniencia o la propia “superación”.



Desde tiempos inmemorables se ha establecido el tiempo como factor determinante en la vida del hombre, Chronos siempre nos esta devorando y la mortalidad propia del humano lo ha llevado hacia un culto a la rapidez। El hombre ya no busca conocer sino informarse, es aquí donde se impone la tecnología de los medios de comunicación, pues la reducción del tiempo hace que todo sea instantáneo y la misma instantaneidad hace que la información no adquiera un valor perdurable, como solía suceder anteriormente cuando los libros constituían una fuente de aprendizaje y enseñanza realmente valorada.

Es cierto que el tiempo ha sido siempre una amenaza para el hombre, pero hoy en día es aún mas evidente la forma como lo esclaviza y lo somete a una tiranía liderada por la velocidad. Todo es fugaz, los conceptos de rapidez y practicidad son sinónimo de prosperidad y la instantaneidad se encuentra a la orden del día.



Es de esta manera como el pensamiento y sus nuevas formas moldean el aparato social (no es mas que un aparato), que empieza a girar en torno a lo plano y superficial que caracteriza al consumo। Se genera entonces una idea de uniformidad que plantea un estereotipo de belleza casi utópico, lo cual repercute en trastornos graves que se evidencian en trastornos como la anorexia, una de las famosas enfermedades del siglo XXI.


Se establecen conceptos, estándares, parámetros (¿erróneos?) de belleza, en los cuales prima la exaltación de un cuerpo plano que le rinde culto a la extrema delgadez. Como se evidencia a través de toda la historia, los estereotipos de belleza han cambiado, las reglas y medidas de los cuerpos considerados como un ideal de belleza se han ido transformando a voluntad de la sociedad y en nuestros tiempos se tiene una concepción de belleza muy diferente a aquella de los antiguos griegos o del modelo renacentista: los vientres abultados reflejados en maravillas del arte como en “El nacimiento de Venus”, se han remplazado por abdómenes completamente planos y con músculos marcados mostrados por las modelos de moda।

El siglo XXI es un siglo de apariencias, en el cual la transformación social ha traído consigo un tipo de hombre que ha sido formado por las características propias del mundo que lo rodea. Nos hemos convertido en máquinas y los valores humanos se han ido perdiendo, pues estamos encaminándonos hacia un modelo de pensamiento y actuar determinado, donde el hombre está siendo absorbido por una cultura manipulada.



Es evidente que nos enceramos cada vez mas en el facilismo que rodea la uniformidad. Esta época demuestra la metamorfosis destructiva por la que finalmente atraviesa el ser humano, quien ha dejado de ser sujeto para convertirse en objeto (cosificándose y dejando atrás su esencia y carácter propio), quien ha dejado de ser un agente de cambio para convertirse en un ente del cambio.


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